Un cuarto de siglo ha pasado. 25 años de una de las catástrofes más impactantes y desoladoras de Badajoz ha dejado consigo heridas que han continuado sin cicatrizar con recuerdo más vivos que nunca. 22 personas perdieron la vida en una fatídica madrugada que no se borra del pensamiento popular y social.
La noche del del 5 al 6 de noviembre de 1997 en Badajoz será recordada por una riada de agua y lodo que desbordó los cauces del Rivillas y el Calamón y truncó a su paso el futuro de cientos de familias cuyas casas y negocios arrasó en la barriada de Cerro de Reyes, sobre todo, y también en Antonio Domínguez, San Roque y Pardaleras. Una tragedia que cambió la forma de vivir de muchas familias pacenses.
Esa madrugada los arroyos recibieron un caudal de 750 metros cúbicos por segundo, por encima de la avenida de los 500 años, la mayor conocida hasta entonces, que era de 700 metros. Tras una noche de terror el sol mostró las dimensiones del desastre. Ante este desastre surgió un movimiento de solidaridad ciudadana para arropar a las víctimas con ayuda humanitaria y material. Actos que trascendieron a las administraciones, cuyos responsables dieron ejemplo de buen entendimiento ante una situación de crisis de extrema gravedad, repartiéndose las tareas.
Para dar una segunda vida a esta ciudad el Gobierno central encauzó los arroyos, en los que la Confederación Hidrográfica del Guadiana invirtió 26 millones de euros más 47 en expropiaciones. La Junta de Extremadura no se quedó atrás en la ayuda humanitaria y se encargó de construir 1.245 viviendas en Cerro de Reyes, Pardaleras y la Granadilla, mientras el Ayuntamiento invirtió más de 8,5 millones de euros en compras, expropiaciones y derribos para dejar limpia la denominada zona de exclusión.
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